Aunque veremos que esto no explica del todo cómo la empatía puede convertirse en una carga, hay un primer factor explicativo completamente natural: las capacidades extrasensoriales de los seres humanos.

Es una habilidad innata que todos poseemos. Incluso si algunos optan por centrarse solo en lo que creen dominar: la mente. Una estrategia tranquilizadora que se basa en las creencias erróneas de nuestras sociedades modernas que condenan a las brujas y veneran a los científicos. Pero una estrategia lamentable que nos aleja del verdadero tesoro interior, que nos separa de una parte de nosotros mismos y de lo que nos diferencia de un robot: nuestra capacidad de sentir.

Todos los seres humanos poseemos habilidades poderosas e innatas para la telepatía y la empatía. Esto explica por qué a veces otros pueden responder preguntas que no hemos hecho. También explica por qué, cuando nos juntamos con un grupo de personas positivas, nos sentimos más felices al irnos. O, cuando visitamos a un grupo de ancianos amargados, nos sentimos más deprimidos al irnos. 

Estas predisposiciones se vinculan al hecho de que los seres humanos han sido, por naturaleza, sociales desde el principio de los tiempos. Esto es esencial para vivir en una tribu. El lenguaje es una "tecnología" que ralentiza las cosas. Para cuando formulas tus pensamientos, los transmites y recibes retroalimentación, el tiempo ha transcurrido. Por supuesto, el habla es esencial y siempre ha existido. Transmite conocimiento complejo. Pero imaginemos situaciones de caza prehistóricas donde la escucha intuitiva del colectivo es más eficiente para obtener presas.

Así que, mientras esta capacidad nos permita construir, todo está bien, pero cuando son verdaderos torrentes de emociones los que nos ponen en trance, es una señal que nos dice que hay algo en lo que podemos trabajar. Así que no, no es normal que alguien como yo sufra de empatía. En realidad, el problema no está en un exceso de empatía, sino en una mala gestión de mis emociones.